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Foto del escritorPiel Sana

Agua del grifo o embotellada, ¿cuál contiene más microplásticos?

El agua embotellada no es tan pura ni recomendable como la pintan. Un estudio publicado en la revista científica Frontiers in Chemistry en 2019 determinó que las partículas de microplásticos son mucho más frecuentes en el agua mineral que en la del grifo. Un grupo de científicos analizó agua embotellada de 11 marcas internacionales adquiridas en 19 lugares distintos de nueve países.

Del total de las 259 botellas analizadas, el 93% mostraban algún signo de contaminación por microplásticos. Estos son partículas diminutas -o no tanto, porque muchas de ellas se distinguen con una lupa o con un microscopio- de los polímeros sintéticos que se utilizan para fabrican envases. De alguna manera se desprenden de estos y van a parar al líquido o a los alimentos que contienen.

Buena parte de los fragmentos hallados eran de polipropileno, que es el tipo de plástico que se utiliza para los tapones

La media entre todas las marcas estudiadas era de 325 partículas de microplástico por cada litro de agua, aunque la que más contenía alcanzaba las 10.000. Según los investigadores, estas partículas no solo están en el agua embotellada, también se han encontrado en la del grifo o en botellas de cerveza. Aunque en el agua mineral analizada el tamaño de las partículas era de media el doble que en las otras bebidas.

Microplásticos que ingerimos y aspiramos

Otro de los descubrimientos que hicieron es que buena parte de ellos eran fragmentos de polipropileno, que es el tipo de plástico que se utiliza para los tapones. De ahí que dedujeran que llegaban al agua durante el proceso de fabricación. La conclusión es que, en definitiva, se ingiere mucho menos plástico bebiendo agua del grifo que embotellada. Aunque no son estos los únicos plásticos que llegan a nuestro organismo.

El problema afecta también al aire, como constata otro estudio, este publicado en 2019 en la revista Nature Geoscience, cuyos autores encontraron microplásticos en la vertiente francesa de los Pirineos. No es de extrañar, pues, que muchos de esos plásticos vayan a parar al mar, a la tierra y de ahí lleguen a los animales y, por último, a las personas, a través de los alimentos y el aire.

Limpieza de plásticos con colador en la playa

iStockphoto

Aunque aún no se ha estudiado suficiente los efectos de este problema en la salud humana, sí se sabe que cada año provoca la muerte de miles y miles de animales marinos y aves acuáticas, que confunden las partículas de plástico con comida.

Existen pruebas de que los plásticos, unidos a contaminantes químicos, tienen efectos tóxicos, y, aunque no existe una relación causa-efecto, podría tener que ver con trastornos como la obesidad y otras enfermedades del metabolismo, como la diabetes o dolencias cardíacas; también con el cáncer, desórdenes reproductivos, y probablemente con el desorden del déficit de atención.

De lo que están seguros los científicos es que tanta exposición al plástico no puede ser buena para la salud. Al margen de que no todos los plásticos son reciclables.

No todos los plásticos son iguales

Y hay otros que ni siquiera son recomendables porque están en cuestión los materiales que se utilizan para fabricados. Aunque existen siete categorías distintas, que se identifican con números que van del 1 al 7, solo los dos primeros y el último se utilizan en las botellas para agua y otros alimentos, y aparecen impresos en relieve en algún punto del envase encerrados en un triángulo.

Botellas de plástico

Getty Images/iStockphoto

El 1 indica que está fabricado con poliestireno tereftalato (PET), más conocido como poliéster. Es muy ligero y suele utilizarse para agua, refrescos o salsas. Se considera apto para ser reutilizados, siempre y cuando no se exponga a altas temperaturas y a la luz solar directa, porque existe el riesgo de que desprenda un elemento químico denominado antimonio. Con el 2 se identifica el polietileno de alta densidad (HDPE).

Es algo más grueso y perdurable y se emplea para detergente, suavizante y otros líquidos de limpieza. O para bidones grandes de agua y zumos. Es reutilizable, siempre y cuando se lave bien y no presente ninguna grieta, pero no se recomienda hacerlo. Contiene nonilfenol que es un disruptor endocrino, que podría afectar al sistema que regula las hormonas, aunque no se ha demostrado que ese elemento se desprenda en las botellas fabricadas con HDPE. No le afectan ni el calor ni la luz solar.

Existen pruebas de que los plásticos unidos a contaminantes químicos tienen efectos tóxicos

El 7 es el número que identifica otros materiales plásticos que no entran en las estas categorías. La mayoría, aunque no todos, contiene bisfenol A (BPA), un producto químico que se ha relacionado con problemas de salud que afectan al sistema endocrino. Su principal inconveniente es que no se pueden reciclar.

Microplásticos y bacterias contra el reciclaje

Pero la principal razón por la que muchos fabricantes recomiendan no reutilizar las botellas de agua es porque pueden desarrollar bacterias perjudiciales. De hecho, son más frecuentes y peligrosas que los elementos químicos que puedan desprender. El simple hecho de rozar la botella con los labios para beber puede originar un foco de infección. Incluso las que no se han acabado y se dejan para otro día a temperatura ambiente pueden darnos un susto.

Si se quieren rellenar, sea por ahorro o por conciencia medioambiental, habría que lavarlas a conciencia después de cada vaciado. Las bacterias pueden formarse también en pliegues de las propias botellas, que no resultan fáciles de limpiar porque tienen pequeños recovecos donde los gérmenes encuentran refugio. Si uno está preocupado por el medio ambiente, es mucho más práctico y saludable utilizar botellas de acero inoxidable o de cristal rellenables.

Cuchara de microplásticos

iStockphoto

Son fáciles de limpiar después de cada uso y no existe el peligro de que se desprendan químicos no deseables. Naciones Unidas estima que cada año se producen en el mundo 300 millones de toneladas de plásticos, y 8 millones de ellas acaban en los océanos. El proceso de fabricación de cualquier tipo de plástico requiere una gran cantidad de energía y emite toxinas que contaminan el aire, el agua y el suelo. Además de contribuir al calentamiento global y aumentar la carga tóxica del planeta.

Pero advierte también que la solución no es fácil, ya que unos 2.200 millones de personas en todo el planeta no tienen acceso al agua potable, y la embotellada es la única opción para su subsistencia. Son países subdesarrollados, donde tampoco existen demasiadas posibilidades de llevar a cabo políticas de reciclaje.


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